martes, 28 de julio de 2015

Pequeñas joyas de la pequeña edición


La ciudad desnuda (Cordelería ilustrada, 2013/revisión en 2015 por el Ateneo Jaqués), de Marcos Callau, fue editada por esos héroes (de nombre Víctor Manuel Guíu, David Gímenez Alonso y Sergio Grao), sí, héroes de la edición minúscula y mayúscula, que fácilmente pasará desapercibida, por varias razones: porque se hace desde la “remota” provincia de Teruel, más en concreto desde Híjar; en segundo lugar, por no tener el “caché” de una gran editorial, por no estar en las grandes tiendas, ni contar con los más grandes autores, por apostar fuerte por la poesía.
 
 
 

El poeta, también turolense, vaya, ¡quién lo iba a decir, la especie en extinción cunde mucho más de lo que se podía esperar!, ¡Teruel existe! (y por mucho tiempo, por favor), el poeta turolense decía, Mario Ropero Hinojosa, ha calificado a esta valiente iniciativa cultural de “editorial low cost”, con toda la intención reivindicativa, seguro. Y desde aquí muestro mi admiración por todas las “low cost”, las de la cultura sin medios económicos y con toda la creatividad del mundo, las de la expresión libre a precio simbólico, definitivamente todas las que ha habido y habrá, para ensanchar los horizontes sin llegar más lejos que el espacio que llena la propia dignidad.

 


 


 

La ciudad desnuda de Marcos Callau es la que se desviste en las alcantarillas, también la que se asoma desde el cubo de basura, o se oculta en el enigmático guiño de unos semáforos, por supuesto deslumbra con los efectos de la luz que proporcionan las farolas, e incluso puede ser lo que busca un zahorí entre el paisaje urbano borroso, a cubierto de los aspersores más madrugadores. Cualquier rincón de una metrópoli es altamente probable que resulte un páramo desolado, y que así mismo luzca en su rostro dolorido las ojeras profundas de un amanecer repleto y desbordado por lo cotidiano.
 
 

La ciudad de nuestro poeta es el horizonte que define una buena canción, el jazz en la emoción de transportarse a todos los momentos vividos con el asfalto como santo y seña. Es pasar la noche en el duermevela artístico de los bohemios, recibir el día en la calle, contemplar con hastío e incertidumbre nuestro reflejo absurdamente abstemio en los cristales, en las lunas, de los escaparates. Vamos saltando con los textos de este poemario, vamos jugando a estar vivos, vamos recobrando el sentido de las palabras que nunca lo perderán.

Cuelguen de su pinza este excelente ejemplar de literatura de cordel, que nos ofrecen Marcos Callau y la Cordelería ilustrada, y más adelante, otro, y otro, y otro.











domingo, 26 de julio de 2015

Brioleta


Un encuentro de escritoras aragonesas, con el nombre en aragonés de la flor y el color: violeta. Y todavía se hacen necesarias aventuras violetas.

Mientras Visor y otros muchos sexistas, incluidos los que no levantan cabeza para no salirse de la foto oficial, consideren mal o desconsideren a las autoras que por cosas del azar biológico nacieron con el sexo femenino, o para el caso, los y las que las nacieron trans, harán falta encuentros violetas. Mientras los libros de texto desplacen a las escritoras por el hecho de tener nombre de mujer. Mientras los concursos, los reconocimientos, las plazas en las Academias, los premios, los sigan acaparando hombres. Mientras.

Y no debería haber nada que discutir en cualquier caso, pues nadie les discute a los cardiólogos si  tienen, o no tienen, si tiene sentido o no tiene ninguno, que celebren un encuentro anual, patrocinado además por alguna poderosa farmacéutica. Pues eso.

Ocho años de encuentros “brioleta” en ese verdaderamente idílico rincón del Pirineo, Yésero. Narradoras, poetas, ensayistas, artistas. Compartiendo voces, experiencias, inquietudes, en el marco de un acontecimiento multidisciplinar, con teatro en la mochila, con exposiciones fotográficas, plásticas; y talleres de animación a la lectura, y la posibilidad de comprar libros, y de disfrutar de la gastronomía, y perderse en ese paisaje maravilloso para reconocer horizontes más amplios y más auténticos.
 
 
 
 

Para alegrarse de la (asombrosa, no lo duden, en esta comunidad autónoma, lo efímero parece formar parte de todo lo que huela a cultura, es cosa de que a los políticos se les elija para cuatro años, lo que va más allá les suena a predicción milenarista, no les interesa en absoluto), para felicitarse por la, decía, longevidad de este encuentro, para celebrarla, se edita un volumen de relatos con el mismo título que el encuentro (Pregunta Ediciones, 2015), con historias creadas por ocho de las escritoras que han participado en él a lo largo de su ya intensa historia.

En aragonés están los chispeantes y brevísimos relatos de Elena Gusano, también la historia de amores trágicos y accidentados, cuya autora es María Pilar Benítez. Tenemos unos originales viejos comiendo sopas envenenadas, inspirados por un famoso grabado de Goya, y creados por Lourdes Aso. Chusa Garcés no se conforma con contarnos las desventuras de un escritor enamorado, lo sitúa en el escenario de las aspiraciones, las decepciones y los miedos de una generación de literatos.

Por su parte, Blanca Langa hace una divertida (y también socarrona, y dolorosa) inmersión en el género negro, con una valiente mujer que se la juega sin dudar. Angélica Morales plantea los momentos posteriores a la muerte de un ser querido, con la acumulación de sentimientos y recuerdos, añadidos inevitablemente a la cotidianeidad más convencional y desgarradora. Marta Navarro muestra el giro que puede recomponer una trama cuando lo que parecía un castigo, se convierte en un premio. Finalmente, Almudena Vidorreta nos hace llegar su personal crónica, la de una escritora aragonesa en Nueva York, a partir de todo lo que puede coleccionarse, y principalmente de visiones de la gran urbe y de sus habitantes.

Mujeres que hablan por la boca de hombres, y de mujeres. Hombres de ficción que rescatan a mujeres que ya no están. Poetas que también escriben relatos. Narradoras que se desnudan en las palabras que nos guían por el mundo que han creado. Memoria de tiempos que se han ido, o que se han quedado, porque siguen generando emociones. Escritoras que se aferran heroicamente a la lengua que escucharon hablar desde que eran niñas. Sueños interpretados e interpretables, reconocimientos, identidades truncadas. Todo en este coqueto, en este delicioso volumen de relatos. No se lo pierdan.




miércoles, 22 de julio de 2015

Cuando aparecen sin que nadie les haya invitado. Cuando el tiempo pasa, y se hace sentir amargo. Cuando echamos la vista atrás, y ya no se nos hace impúdico mostrarnos a nosotros mismos...


Al hacer un repaso de lo que en la madurez se ha ido dejando atrás, cualquiera podría argumentar que los achaques, las decepciones, los traumas, y tantas otras cosas, deberían haberse quedado en el lugar del que venían. Es el tipo de ajuste de cuentas con la vida ejecutado por Vicente Molina Foix y Luis Cremades, en su ¿dietario?, ¿novela cuasi-epistolar?, ¿actualísimo “valetodo”?, El invitado amargo (Anagrama, 2014).
 
 
 
 

Maticemos. Dos escritores, el uno muy famoso, el otro prácticamente desconocido (poeta, y poeta apenas prolífico, sin escapadas genéricas, lo dejo ahí), deciden escribir a cuatro manos sobre lo que supuso su relación amorosa. Y de paso, enfrentarse a una época, a una generación literaria, a lo desmitificador de unas confesiones públicas, al dolor de la ausencia, a los errores.

No soy lector de biografías. Ni de memorias, por no llamarlas desmemorias, o desvergüenzas, o despropósitos. La arboleda perdida de Alberti, y poco más, quienes me siguen recordarán que hace no mucho descubrí la existencia de la pintora barbastrense Julieta Always, o que me asomé al mundo del pintor Eduardo Laborda. No tengo mucho de cotilla. La vida privada de mis ídolos literarios no me atrae gran cosa. Acabas enterándote de ciertos asuntillos de todos modos, por otras vías, en entrevistas, en perfiles, en reseñas. Incluso ciertas correrías de discutible enjundia acaban negro sobre blanco en los manuales de Historia de la Literatura. Somos humanos.

¿Por qué será que me parece impúdico que alguien me desnude su intimidad? No me importa nunca cuando lo hace el personaje, cuando se convierte en ficción. Me resulta no ya aceptable, sino incluso lógico. Pero entonces es otra cosa. Aquí no. No esperen morbo. No se trata de impudicia lúbrica. Es más ese tipo de desinhibición del alma, elegante, muy bien escrita, atractiva, cercana a lo espiritual. Pero exhibición pública, después de todo.

Qué doloroso el remate de la historia que nos ocupa. Imagino que sin duda, por el momento vital que atravieso, me impacta asistir a lo que no me puede resultar ajeno, a la llegada que no siempre puede ser digna, a ese arribar a la madurez, y más tarde a la vejez. Encontrarse con que la decadencia física ya no es para observarla y diseccionarla, sino para experimentarla en uno mismo. Mueren los padres y los maestros, se derrumban las paredes gruesas que al final no eran lo único que nos sostenía. Pasamos de ser protagonistas con los que compartían nuestra edad de los usos y de los abusos, para convertirnos en pacientes achacosos de los efectos malditamente secundarios de lo que hicimos sin lanzar un segundo pensamiento en su momento.

¿Les he dicho ya lo bien escrita que está “la trama”? ¿Y el repaso concienzudo que se hace de todo el que fue y ha sido, aunque como es lógico, no pueda ser de todos los que fueron y han sido? Cualquier mitómano de lo literario, ni remotamente como requisito aproximarse a lo filológico, a lo académico, gozará con este argumentario de veleidades creativas, con los pequeños y grandes chismes (muchos de ellos bien conocidos previamente, pero que suenan a nuevos tan magníficamente relatados) sobre el quién es quién del mundillo de escritores españoles e incluso latinoamericanos de las últimas décadas.

El material es excelente. No dejen escapar su ejemplar.