miércoles, 30 de noviembre de 2016

La cara oculta, la que merece la pena descubrir






Empezaré asumiendo mis pre-juicios ante las novelas de Ángeles Caso. ¿La recuerdan? Aquel busto parlante del telediario de los alegres ochenta, una de las caras bellas de la Transición, la no periodista a la que se incluyó por arte de la popularidad televisiva en la creciente y prestigiosa nómina de mujeres periodistas de la época. Ella, en carne mortal, vino a Zuera y nos sorprendió a unos cuantos cuando aclaró que su paso por la efímera caja tonta y su desmedida fama fueron todavía más fugaces de lo que recordábamos, pues no llegó a los dos años de lucir melenaza y mirada arrebatadora, de quitar el hipo a tantos con sus rasgos angulosos y felinos. Se nos cayó un mito falso, comenzamos a conocer a la verdadera Ángeles Caso.

¡Bendito club de lectura de Zuera! Por la cursi portada de la novela Todo ese fuego (Planeta, 2015), no me habría planteado ni de lejos su lectura. Juzguen por sí mismos:










No me dirán que no es para presumir que estábamos ante una de esas novelitas románticas e insustanciales. No me digan que no es para que la autora despotrique contra la editorial y los responsables de semejante desaguisado. Y es que la novela en cuestión es otra cosa, y muy valiosa en realidad, como para dejarse despistar. No lo hagan.

Vayamos por partes. Aunque nuestra atractiva escritora haya tenido que luchar contra tontos y pre-juicios (como los míos), aunque haya tenido que luchar para demostrar que no es una mujer florero con ínfulas de literata, lo cierto es que vista su trayectoria y esta novela, está claro que lo ha conseguido sobradamente, el oficio, digo. Y es que por atreverse, se aventura incluso, y por cierto, con éxito, a romper con los géneros.

Este libro es una novela, y no lo es, lo es en parte, en la primera parte. En la segunda parte escribe un ensayo deliciosamente divulgativo, luminoso, relevante, motivador. Lo que es novela muestra un vigor narrativo admirable. Es una novela muy bien escrita. Está tan lograda como supuesta biografía novelada de esas heroínas de fábula feminista, las hermanas Brontë, es tan buena, que llegamos a convencernos de que sigue dato a dato sus vidas, cuando tan apenas se asoma a un día de sus apasionadas y trágicas existencias. Cuando se nos informa en la parte ensayística de lo escaso que se sabe de los detalles vitales de dichas protagonistas, es entonces cuando podemos valorar la pericia de Ángeles Caso al recrear el aliento, las ansias, el fluir revuelto de los sentires de esos iconos literarios que toman vida en el papel.

Le planteé a la autora la justificación para organización tan peculiar (doble y paralela, narrativa y ensayística), el porqué de escribir dos libros en uno, y no dos libros por separado. Me planteó una visión bien argumentada de sus razones creativas, que respetaría en cualquier caso, pero que además me resultaron convincentes. Me sigo quedando con la sensación de estar ante una novela que se me antoja no llegó al límite de lo que podría haber sido, por breve y no por falta de calidad. Me sigue chirriando la lectura de las cuestiones informativas a posteriori. No me convence como opción creativa inicial. Y sin embargo, valoro en firme el producto final, por mucho que no sea lo que podría ser, y no niego que quizá otra novela más apegada a la narración me habría gustado más.

¿Y las hermanas Brontë? Me pongo de deberes, (creo firmemente en ellos, en los buenos, en los sensatos) leer Cumbres borrascosas, la célebre novela de Emily. Intento bucear en aquella Jane Eyre, la de Charlotte, que no me impresionó, para acercarme a ella desde una posición más empática, menos pre-juiciosa. Estoy deseando que caiga en mis manos alguna de las novelas que escribió la otra, Anne, la que no existía, en mi ignorancia, y que parece ahora cuenta con las bendiciones de gran parte de la crítica especializada. Ángeles Caso lo logra, consigue despertar mi interés por esas mujeres excepcionales, las Brontë.




Estoy por unirme al multitudinario peregrinaje a su ahora casa-museo, en Haworth. Pisar ese diminuto salón en el que las tres edificaban sus obras literarias, tras las faenas domésticas, en la tranquilidad de su creatividad decidida y valiente. No me cuesta imaginarme allí, escuchando sus mentes maquinando narración y diálogos, o versos en el caso de Emily, entre el frufrú de sus ropas de época, sencillas y abigarradas al mismo tiempo, como ellas. Esa casa sin jardín, envuelta en el páramo desolador y a la vez entusiasta de sus existencias. Respirar el milagro de tres mujeres extraordinarias que lucharon contra un destino que les ponía todo, absolutamente todo, en su contra.

Una antigua alumna decía, y decía bien, que el feminismo no debería ser darle la vuelta al machismo. Ángeles Caso nos confesó que al principio de su carrera pretendía que la valoraran como a un hombre. Ahora está orgullosa de escribir siendo mujer. Porque la mujer aporta a sus creaciones su particular visión, pero también lo que todas las mujeres comparten y los hombres no. Nos decía que había escrito buena parte de sus obras donde bien había podido, en espacios domésticos, con un ojo pendiente de su hija mientras crecía, lejos de una torre de marfil de la que muchos autores varones disfrutan porque tienen a una Patricia, a una Isabel, a una María, que se ocupan de ellos, de lo cotidiano, de lo rutinario, de todo lo práctico. No se arrepiente de haber vivido su acto de escritura involucrada con sus otras facetas, de madre, de ama de casa, de persona. Me encantó escucharlo en la voz de una mujer admirable.

Y por si faltaba poco, esa tarde nos asomamos también a su nuevo libro. Hasta tres editoriales se han negado a publicar un ensayo sobre mujeres pintoras. La autora ha tenido que recurrir al micromecenazgo. El “crowdfunding” ya ha sido tema de reflexión en este blog. Estoy convencido de que la experiencia ha sido positiva para Ángeles Caso, que ha creado un vínculo único con un grupo de lectores mecenas. Un trabajo que por otra parte se me antoja estimulante, con multitud de ilustraciones, centradas en los retratos, que opina Caso son de lo mejor producido por esas grandes e injustamente desconocidas. Estoy deseando tenerlo en mis manos. Se trata, no es cuestión de dilatarlo más, de Ellas mismas.




Conocía a alguna de las pintoras (Artemisa Gentileschi o Sofonisba Anguissola) incluidas en el índice de setenta y nueve “sujetos de arte” –por escapar al destino de ser objetos para los pinceles de pintores, y tomar ellas el rumbo creativo-, como tan acertadamente las llama Ángeles Caso, pero la mayor parte de ellas están para mí en el mismo limbo que para tantos, y es por ello mismo una obligación moral rescatarlas de él. ¿Es razonable desde cualquier punto de vista que acabe de producirse la primera exposición individual, en toda la larga historia del Museo del Prado, dedicada a una pintora? Pues así es, por desgracia, lo es con la exposición protagonizada por la pintora flamenca de bodegones, “dotada y delicada artista” según la web de la pinacoteca, Clara Peeters.




Se puede comprar Ellas mismas en la página web de la autora:




Y lentamente, poco a poco, asomarse a la cara oculta, la que da miedo a tantos hombres, a tantas mujeres, a la de las mujeres creadoras, a su arte, a su fuerza.












miércoles, 2 de noviembre de 2016

Desvíos


La vida es una acumulación de desvíos. Algunos hemos optado por asumir coherentemente nuestras desviaciones, otros prefieren dar un rodeo a su propia existencia fallida. Son las dos acepciones que encuentro para detours en el diccionario Inglés-Español de Oxford: desvío y dar un rodeo. Un sustantivo, pero nada raro en inglés, también un verbo. La acción en sus dos versiones.
 
 
 
 

Un título sugerente por tanto, para una colección de relatos que el autor reconoce como una “mezcla de reminiscencias, de observaciones  y de historia, que contienen al mismo tiempo humor y melancolía”.

Tony Rickaby se ha pateado las calles de Londres, y en especial de su multicultural y complejo barrio del sur de la ciudad. Ha deambulado por esos enormes bloques que de cuando en cuando aparecen entre el a primera vista idílico paisaje de casitas bajas, bloques que en el pasado fueron frecuentemente viviendas sociales proporcionadas por el ayuntamiento con alquileres asequibles a ciudadanos con escasos ingresos, mamotretos hoy día privatizados, lo que aconteció a causa del vendaval Thatcher.

El paisaje tiene nombre, ese Brixton demonizado y ensalzado a partes iguales, ese pedazo de sur londinense repleto de expatriados caribeños con la rabia en los ojos y en las palabras, en los gestos. Un barrio como cualquier otro, pero completamente único. Rincón de altercados, de mercadillo, de vigorosa agresividad y mezcla, mucha mezcla, y conflicto, y preguntas.

Nuestro escritor ha recorrido también los senderos de su memoria, de sus recuerdos. Ha creado narraciones de ficción, así como lo que él mismo denomina  “no ficción creativa”. “Bits and pieces”, fragmentos de existencia y de contemplación pausada, reflexiva de la realidad, del pasado:

“I finally find my phone and shut the front door behind me. Trying to get out of the house always takes too long. And once I do leave then I´ll probably have to go back for something: credit card, or change or I should be wearing something warmer or to make sure I´ve really locked the front door.

I´ll walk. Should take about an hour.

 

Although walking speeds can vary greatly depending on such things as height, weight, age, terrain, load, culture, effort and fitness, the average is about three miles an hour.

 

On June 25 1944, just after midnight, a V1 bomb fell in Studley Road, demolishing 10 houses and severely damaging 30, including the Methodist church. Three people were killed. Two months later, on the afternoon of August 20, another V1 fell in Studley Road…

 

I cross over by the war memorial. Three men –they look Somali or Ethiopian- are getting out of a battered Fiat Punto. One is wearing a dark top with NEW YORK printed across the front.

“I think you´ll get a ticket leaving it there”, I tell them, but they ignore me.

 

I´m talking to myself again. But only when I´m on my own, when there´s nobody around. I know I´m doing it. Not whole conversations, just little questions like: “Why can´t that be true?” or “How could that happen?” They often seem to be regrets for things in the past that I did or didn´t do. Stupid things. Wondering how my life might have turned out if I´d made different decisions about certain things. I keep resolving to stop, but I can´t help myself.

 

[…]” (Fragmento del relato Bomb walk)

 

Tony es un artista. En el sentido más amplio de la palabra, igualmente en el más restringido. Sus cuadros, sus esculturas, sus intervenciones suelen tener una gran carga conceptual. Mientras residí en Londres, tuve el privilegio de acudir a su casa con frecuencia (después lo he hecho en cada una de mis posteriores visitas, ya como turista) y asistir a diferentes olas de su creatividad, que iban sucediéndose y complementándose.

Le fascinan los letreros, las palabras, las letras, los signos, las señales. Ha publicado poesía. Ahora llegan estos desvíos que parecen indicar que a menudo la vía que seguimos no es precisamente la línea recta. Desviarse para no perderse lo esencial. Entretenerse en los detalles, recurrir a lo extraordinario para aportar sentido a la banal rutinaria nada. Los pies se dirigen solos hacia lo divergente, a lo moroso, a lo cotidiano e insustancial. Como bien se puede observar en una de sus fotografías, la que incluyo a continuación, aparentemente tomada sin más de la realidad, pero que va más allá del testimonio para recrear poéticamente el entorno:
 
 
 
 

He podido comprobar la afición obsesiva de los anglosajones por las citas. Ese reino de lo medido, de lo extraído para ser conveniente argumento en la ocasión a la que nos enfrentemos. Ocurre algo semejante con los archivos, con las noticias que pasan a ser crónica de otras épocas. Nos refugiamos en esos datos polvorientos del pasado para recrear recuerdos y hacerlos más vivos y sugerentes. No faltan citas y notas de archivo en los relatos de este volumen, parte esencial de esa "no ficción creativa" que pretende compartir con sus lectores.

Tony no pierde la oportunidad de recuperar la gran guerra, la posguerra. Los huecos dejados por las bombas. El racionamiento. Los bombardeos, y el ritual para protegerse de ellos. Las miradas, los usos olvidados, el hambre, la muerte. El tiempo recreado y requerido para que se postule de nuevo en palabras escritas desde el hoy.

Como profesor de idiomas me fijo así mismo en la pulcra concisión del vocabulario elegido por el autor de estos relatos. Prescinde de raras palabrejas más propias del Barroco y prefiere la exactitud de los términos más directos. Los que lo conocemos sabemos que en la conversación también va a usar el número justo de frases, ni una palabra más de aquellas que le sirvan para conseguir el efecto pretendido.

Es ese sentido práctico tan británico a nuestros ojos, aunque seguramente él considerará que es algo más personal que todo eso. La tradición británica de ser ocurrente, de recurrir a la palabra con múltiples sentidos, que se cargue de ironía, de humor negrísimo, que rasque en el alma e impacte al llegar a los oídos. Y lo dirá aunque pese, aunque no sea quizá del todo políticamente correcto, porque lo ve así y se siente con el rigor suficiente para expresar sus puntos de vista. Por honestidad y coherencia.

Echen un vistazo, Amazon nos lo trae a casa, y podemos además asomarnos a otros de sus libros, Tony es también poeta, ensayista, especialista en arte:


 Y a su página web:


 

Tony es mi amigo, de lo cual estoy muy orgulloso. Un honor haberte conocido. Querido Tony, me gustaría ser capaz de escribir todo esto en tu idioma y no sonar a falso, o quedarme corto, o ir demasiado lejos, pero me queda la tranquilidad de que podrás aproximarte con holgura a lo que he querido transmitir con mis palabras.